lunes, 15 de diciembre de 2008

LAS FRASES DE DOÑA MARU (1)


Una de las cosas que recuerdo de mi infancia son aquellos culos grandes con dibujos estampados que más o menos se encontraban a la altura de mi cara. Como hijo de viuda, menor de ocho hermanos y con los varones de la familia ya repartidos en distintos menesteres, matrimonios, hijos, campeonatos de natación, campeonatos de culturismo...me crié rodeado de mujeres (algo que nunca me cansaré de agradecer) el único inconveniente y que años más tarde me causaría más de una crisis afectiva en las puertas de algún Zara...eran esos fines de semana ociosos en los que todavía no era lo suficiente mayor para salir con mis amigos y aunque por las tardes mis hermanas me paseaban por tiendas de zapatos y trapitos bajo el soborno de que luego me comprarían una coca-cola y un plato de boquerones, mi madre me llevaba por las mañanas al Superette (Mercadona todavía no se había hecho con el monopolio). Mi madre hacía la compra y, mientras yo montaba algún estropicio intentando coger el bote de tomate de la base de la torre, observaba curioso e introvertido al borde del autismo aquellos seres gritones que olían raro (con los años he llegado a descifrar algunos de esos aromas, no en mi vida privada, gracias a dios, sino en mi trabajo como celador de hospital);vestían telas estampadas o negras según su estado civil, llevaban el pelo color rosa claro, o violeta claro, todo un elenco de extras de película de John Waters, o Amodóvar  ... y todavía hoy en día en un mercadillo cualquiera, el Mercadona o el ambulatorio se las puede reconocer...
Este es mi homenaje.

1 comentario:

Dani Llabrés dijo...

Qué gran homenaje a esas bestias de tiempos oscuros y atavíos estridentes, cardados imposibles, delanteras desmesuradas y bunkerizadas de eterno mohín irritado e irritante. Una gran pluma se une a su gran pincel.